VAYA GAITA!

La ciudad despertó esa mañana al son de gaitas y tambores, ¡SANTIAGO BENDITO! Todas las campanas al vuelo tocaron a fiesta, las jovencitas vestían estilo cortesano y los niñatos solo les faltaba el pañuelito de seda al cuello, semejaban bailar a corro, como queriendo levantar una densa polvareda, cosa imposible pues el suelo casi estaba mojado, pero ellos seguían danzando como si tal cosa; verdad es, que el cielo estaba nublado y que la lluvia se acercaba más y más, pero cuando se juntan la alegría y la juventud, todo lo pueden, bailando incluso se engaña al hambre, se duermen las penas.
Cuando rasga el aire el grito sobreagudo de la gaita, ¿que sientes?.
Yo, emoción.
Bien cierto es que la gaita aveces suena como si llorase, pero que importa que la gaita llore, que importa que llore o que cante, mientras el corazón esté alegre la gaita seguirá cantando.

Y como el predicador conoce a su auditorio hablará de las glorias y de las penas de España, una España que por suerte o desdicha rima con hazaña y con campaña, o simplemente con PATRAÑA.